¡La educación es uno de los principales pilares de toda sociedad!
Sin duda alguna la pandemia ocasionada por el coronavirus COVID-19 ha sido, entre otras cosas, como un balde de agua fría para algunas personas. No me refiero únicamente al daño que está ocasionando a la salud de una población que ocupa los primeros lugares en obesidad y enfermedades crónicas, ni al cruel golpe que se ve obligada a resistir una economía debilitada como la mexicana, ni al reto abrumador que enfrenta un pobre gobierno con liderazgos y figuras de autoridad y estrategias de acción que dan mucho qué desear. Más bien, me refiero a que el resultado de esta pandemia refleja la precaria y triste realidad en la que se encuentra nuestro país, ya que una vez más tenemos la lamentable oportunidad de vislumbrar un México insensible, doliente, injusto y desigual que da patadas de ahogado para sobrellevar esta emergencia sanitaria y que “sin darse cuenta”, si queremos ser indulgentes, continúa obstaculizando la obtención de derechos humanos universales.
Este eterno obstáculo del cual son sujetos la mayoría de los mexicanos, muchas veces se justifica o explica a través de las condiciones sociales en las que se desenvuelve cada individuo, sin embargo, las condiciones sociales tendrían que ser un punto de partida para reconocer las diferentes circunstancias que tienen las personas, considerar la situación particular de cada una de ellas y tomar decisiones para implementar acciones que les garanticen el acceso a los Derechos Humanos; derechos tan básicos como la salud, seguridad y educación. Si solamente prestamos atención a las condiciones sociales de las personas para explicar, justificar o aprobar acciones que transgredan sus derechos, entonces le quedaríamos debiendo la vida a todas aquellas personas que son víctimas de sus circunstancias.
Si bien en estos momentos de pandemia, de todos los derechos humanos, la Salud se coloca como protagonista de esta historia llamada vida, la Educación también reclama recordar el papel que tiene dentro de un país con brechas enormes de desigualdad como las de México.
Y lo reclama porque hoy más que nunca podemos comprobar que la Educación sigue siendo un privilegio, al cual solamente tienen acceso las personas que cuentan con los recursos suficientes para comprar aquel promulgado Derecho Universal, ya que en estos momentos de emergencia sanitaria a miles de niños, adolescentes y jóvenes les será negado su derecho a recibir educación. Para aquellos desafortunados, el cruel antagonista de esta historia no será su Institución Educativa que se esfuerza por sobrellevar esta situación en la medida de sus posibilidades, ni el Gobierno que con sus planes “estratégicos” busca dar solución a esta emergencia sanitaria lo antes posible, ni la Secretaria de Educación que ha implementado acciones para que “nadie pierda” el curso, será su condición social quien los haya sentenciado a incrementar el esfuerzo, que de por sí realizan cotidianamente, para poder acceder a la educación o a pausar, por un momento, su acceso a ese derecho humano.
Y solamente serán víctimas de su condición social aquellos individuos que carecen de privilegios, puesto que si viven en un lugar sin acceso a medios virtuales de comunicación, o si no cuentan con los equipos electrónicos necesarios para conectarse en línea, hacer y enviar sus tareas, o si el ingreso del hogar no alcanza para contratar un servicio de internet, o si los tutores son personas que carecen de habilidades tecnológicas y computacionales necesarias, o si tienen problemas de salud debido a su obligada exposición al exterior para intentar sobrevivir, o si los problemas económicos del hogar tienen la completa atención de la familia, NO podrán gozar del derecho a la Educación.
Lo menos sorprendente de todo no es que miles de niños, adolescentes y jóvenes estarán excluidos de la Educación durante la contingencia sanitaria, lo más sorprendente es que dentro de la sociedad, sistemas educativos e instituciones gubernamentales existen personas con la poca habilidad crítica, que con sus actitudes y acciones continúan validando (a veces inconscientemente), justificando y hasta celebrando la toma de decisiones e implementación de acciones que dejan afuera a miles de personas porque nuestra desesperanza aprendida nos tranquiliza con una voz que nos repite “¿qué esperas en un país como el nuestro?” o nos consuela con un “al menos están haciendo algo (para unos pocos)”.
A pesar de todos los males, esta pandemia nos muestra su benevolencia al regalarnos la oportunidad de reflexionar sobre la realidad de nuestro país y la realidad que viven millones de personas con diferentes condiciones sociales, como premio de consolación ante la pérdida de miles de personas, la propia salud, el trabajo y demás; regalo que viene siendo otro privilegio, dado que serán muy pocas las personas con la suficiente sensibilización, educación y visión crítica para apreciar esta oportunidad de reflexión y percibir la realidad social en la que nos encontramos.
“La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”
(Paulo Freire)
Psic. Gerardo Alejandro Franco Cano